Por Néstor Estévez ///Recursos Humanos Externos
A continuación reproducimos fragmentos del escrito autoría del Comunicador y Agróno Sabanetero Néstor Estévez, el cual ha titulado Recolectores de Sobras.
Citamos: Donde hubo derroche, alguien ve oportunidad. Dos hombres de mediana edad -uno con linterna de minero, otro con lo que antes fue “carrito de supermercado”- realizan algo que parece rutina diaria. El primero selecciona botellas de vidrio; el segundo, cajas de pizza que no estén rotas. Trabajan en silencio. Evitan miradas. Recordé a Bauman y la “vida líquida” en su estado más puro: donde unos ven basura, otros ven supervivencia. En Modernidad líquida, el sociólogo polaco advertía sobre la precarización del trabajo, pero estos hombres representan algo más siniestro: la economía de los residuos, donde el 1% de descarte del 20% más rico alimenta al 20% más pobre.
Rompe el alma ver cuando uno de los recolectores se lleva una botella “con un fondito” a los labios. Es expresión del pacto no escrito de las ciudades posmodernas: mientras no molesten, pueden seguir existiendo.
Durmiendo sobre cartones
Apoyado en un muro, un hombre yace enrollado en una manta sucia. A su lado, un teléfono muy costoso -quizás robado, quizás encontrado- parece descargado. Es la paradoja perfecta: en la era hiperconectada, donde la comunicación es ubicua, este hombre es invisible. Como señala el filósofo coreano Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, hemos creado una sociedad de positividad donde el fracasado cae en el vacío sin red de protección.
Unos corredores matutinos pasan junto a él sin alterar su ritmo. Sus costosas zapatillas pisotean restos de la fiesta anterior: corchos, vasos desechables y envoltorios de condones son solo algunas muestras del desparpajo. Sencillamente, la miseria ajena pasa a ser parte del paisaje urbano. Detrás de unos arbustos, una joven “pasada de tragos” intenta levantarse. Un hombre -¿amigo? ¿conocido? ¿extraño?- le ofrece “ayuda” mientras su mano se desliza por el pecho de la muchacha. Ella balbucea algo ininteligible. Los corredores pasan de largo. Un policía, desde la unidad que patrulla en la zona, parece no enterarse.
Byung-Chul Han diría que vivimos en la “sociedad de la transparencia”, donde todo se exhibe, pero nada se ve. El acoso ocurre cuando ya está claro, pero se vuelve invisible ante nuestros ojos entrenados para ignorar lo incómodo. Como señala en La expulsión de lo distinto, hemos creado una sociedad que ya no tiene la capacidad de hacer frente a lo extraño, a lo otro. Sobre el césped, un hombre ronca boca arriba. El olor a alcohol fermentado se mezcla con el perfume caro de una joven que pasa hablando por teléfono: “Anoche fue increíble, la pasamos súper”.
Me remití al fracaso del “sapiens hedonista”, de Harari. En Homo Deus, el estudioso israelí describe cómo la búsqueda del placer se ha convertido en religión secular. Pero esos cuerpos abandonados muestran el lado oscuro: la soledad colectiva disfrazada de socialización. La paradoja es cruel: nunca hemos tenido más formas de conectarnos, pero tampoco más maneras de autodestruirnos en grupo (…)
Fuente:.porlalinea.com.do/